sábado, 21 de mayo de 2011

Amélie, Jean-Pierre Jeunet


Le fabuleux destin d'Amélie Poulain, película francesa dirigida por el célebre director galo Jean-Pierre Jeunet, constituye una de las obras maestras del cine contemporáneo.

Esta comedia dramática, con tintes de realismo mágico, narra la historia de Amélie, una chica nada convencional, marcada por una infancia sobreprotegida y carente de afecto, que aprende a soñar y a jugar en soledad. Desprovista de lazos con la realidad, inventa su vida a través de los cristales de una mansión solariega en la campiña francesa. Cuando tiene la edad para irse de casa, se muda a un piso de Montmartre y comienza a trabajar en un café parisino llamado Les deux moulins. Un día, gracias al impacto que recibe tras conocer la noticia de la muerte de Lady Di, descubre una cajita de hojalata que perteneció a un antiguo inquilino. En la búsqueda de este hombre, con la intención de devolverle su tesoro de la infancia, Amélie descubre su vocación por ayudar a los que le rodean: personas igual de desdichadas que ella misma. Encuentra en sus complicadas estratagemas una salida a la sensibilidad que guardaba dentro, ayudando a su entorno sin que sepan que es ella quien quiere cambiar el rumbo de sus vidas.

El guión, de Guillaume Laurant & Jean-Pierre Jeunet, nos acerca a una historia conmovedora, un cuento de hadas extraído de la realidad. Amélie Poulain nos muestra la vida vista desde un prisma distinto, capaz de ver en los demás una esperanza y con la suficiente inteligencia para no ser descubierta y salir airosa en todas sus hazañas, buscando el bien del prójimo.

Es imprescindible destacar la maravillosa aportación de Yann Tiersen, con una banda sonora muy evocadora que brilla con luz propia.


El reparto, con la magnífica actriz Audrey Tautou, el carismático Mathieu Kassovitz, y todo un elenco de actores no menos destacables (Rufus, Lorella Cravotta, Serge Merlin, Jamel Debbouze, Claire Maurier, etc.) dan vida a unos personajes curiosos donde los haya: un chico que colecciona las fotografías que la gente abandona en un fotomatón; una mujer que pasa los días bebiendo vino de Oporto y llorando por la pérdida de su marido; una estanquera hipocondríaca; una camarera que disfruta haciendo crujir los huesos; "el hombre de cristal", que vive pintando reproducciones de un cuadro de Renoir; etc. La interpretación de Audrey Tautou como la madona de los olvidados o la madrina de los desamparados resulta un verdadero acierto, consiguiendo aportar al personaje el alma que requiere, esa frescura y peculiaridad que muy pocas actrices pueden dar. Audrey ha protagonizado recientemente otros filmes: El código Da Vinci, dirigido por Ron Howard, Coco: de la rebeldía a la leyenda de Chanel, de Anne Fontaine y Largo domingo de noviazgo, también de Jeunet, en los que también ha demostrado un gran talento interpretativo.

La película obtuvo cinco nominaciones al Oscar, incluyendo el premio a la mejor película de habla no inglesa, guión y fotografía, así como fue nominada al Globo de Oro y galardonada con dos premios BAFTA y cuatro premios Cesar, entre otros.

La fotografía es simplemente exquisita. La manera con la que el film refleja la esencia de Francia, sus calles estrechas y adoquinadas, sus edificios, sus azoteas desde donde divisar la ciudad, sus parques, sus rios. Paisajes que hipnotizan y enamoran, guardando una coherencia total con todos los elementos destacables de esta película: guión, interpretación, música, etc. Sobretodo resulta original y verdaderamente asombroso el uso de filtros rojos y verdes, que potencian más todavía este ambiente propio de los cuentos de hadas. Fotogramas dignos de enmarcar, pudiéndolos parar y contemplar como si de una obra de arte se tratase.


Este largometraje nos ayuda a apreciar el valor de las pequeñas cosas, de los momentos felices escondidos en cualquier recodo, tras cualquier forma y con cualquier nombre. Nos alienta a luchar contra la implacable lejanía y separación que atenaza al género humano, solo con sus miserias que, reticente a recibir o a prestar ayuda a sus congéneres, cuida de sí mismo sin ver aquello que le rodea. Una brillante y optimista fábula vital que nos dice que aún quedan esperanzas, que todavía hay tiempo, que podemos hacer otra cosa del mundo.

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